En nuestro trabajo, hemos observado que es posible regenerar la biología del suelo a tal grado, que podemos suministrar el 100% de los requerimientos nutricionales de un cultivo, dependiendo por supuesto de si el suelo tiene todos los minerales y nutrientes necesarios en su perfil geológico. Obviamente no es el caso si tenemos suelos muy arenosos o suelos que simplemente no tienen nutrientes en su perfil geológico, pero esto no va a ocurrir, porque esos suelos son la excepción, no el estándar.
En un laboratorio, un técnico hará todo lo posible para mantener a los microorganismos en un ambiente óptimo. En este sentido, actualmente hay muchos consultores que dirán (incluso yo he dicho en el pasado), que la idea de que podemos tener una actividad microbiana que provea el 100% de las necesidades de una planta podría funcionar en el laboratorio, pero no funciona muy bien en el campo. La razón de esto es porque quienes manejamos las fincas agrícolas, hacemos demasiadas cosas que dañan la biología del suelo y al afectar la actividad biológica, es nuestra culpa que la biología del suelo no sea capaz de suplementar el 100 % de los requerimientos nutricionales de los cultivos.
Basicamente hay dos cosas que necesitamos cambiar para tener este tipo de actividad microbiana en campo, a gran escala.
Debemos pensar en manejar nuestros suelos de la misma manera que un técnico de laboratorio manejaría una placa de Petri. Es decir, necesitamos desarrollar un ambiente microbiano perfecto, o tan perfecto como sea posible dadas las limitaciones que tenemos, climáticas, ambientales, etc.
La biología del suelo realmente necesita 3 cosas para prosperar bien: temperatura óptima, un buen intercambio gaseoso y agua.
En lo que respecta a la temperatura, las enzimas que están presentes en todos los sistemas vivos y que son producidas por la biología, se desnaturalizan a 105 grados Fahrenheit (40.5°C). Cuando se tiene el suelo desnudo y el sol esta resplandeciendo sobre él (como ocurre durante el verano en gran parte de las Grandes Llanuras), puede alcanzar hasta 150 °F (65.5°C) de temperatura en su superficie y 110 °F (43.3°C) a 3.0 pulgadas de profundidad (7.62 cm), por lo que no tendrá actividad biológica en esas primeras 3.0 pulgadas del perfil. Esto significa que no hay fijación de Nitrógeno ni liberación microbiológica de nutrientes para que estén disponibles para las plantas en la parte superior del suelo.
En cuanto al intercambio gaseoso, tenemos esa conversación recurrente de que las raíces de las plantas y la biología del suelo necesitan oxígeno. Si bien es cierto, ésta no es la mejor manera de describir lo que realmente está sucediendo, porque en realidadel suelo está inhalando y exhalando continuamente. Una vez cada 24 horas se produce una curva máxima, pero también hay una inhalación y exhalación constantes y un intercambio de gases que se lleva a cabo durante todo el día. Cuando el aire es “inhalado” hacia el interior suelo, se obtiene Nitrógeno en forma de gas (N2), y oxígeno (O2), que al entrar al suelo es consumido rápidamente por la biología, acto seguido, la biología exhala y libera Dióxido de Carbono (CO2) en el medio ambiente del suelo.
De hecho, si se tuviera que medir el contenido de oxígeno del suelo en sí, nos daríamos cuenta de que este contenido usualmente es muy, muy bajo, mucho menor que el que está presente en el aire porque la biología lo consume rápidamente. Por consiguiente, lo que los suelos realmente necesitan, más que solamente oxígeno, es un buen intercambio gaseoso. Necesitan poder respirar.
Debemos ser capaces de tener Nitrógeno y Oxígeno fluyendo hacia el interior del suelo y Dióxido de Carbono saliendo de éste, a fin de que las plantas lo absorban para realizar una fotosíntesis más rápida y efectiva. El CO2 es uno de los principales factores limitantes para incrementar la fotosíntesis en la mayoría de los cultivos y asi tener la posibilidad de aumentar los rendimientos y, por supuesto, es parte importante para tener un buen intercambio gaseoso. De ahí que los suelos no se pueden compactar, ya que no es posible tener un buen intercambio de gases cuando están en esa condición, sin embargo, tan solo en los últimos meses he observado que hay demasiados productores que tienen capas de compactación severa, poco profundas, tal vez de 4.0 a 6.0 pulgadas de profundidad (10.0 a 15.0 cm).
Hay productores que han estado trabajando sin labranza durante décadas, que creen que la respuesta a los problemas que están enfrentando en sus granjas, o ranchos se puede abordar mejor con labranza cero, es decir sin labranza. La labranza cero es una herramienta útil, necesaria y muy valiosa, pero cuando se hace labranza cero, de la forma como se maneja o implementa en algunas fincas, da como resultado una zona de compactación.
Fuente: “Antimicrobial Agriculture”
Webinar hosted by AEA, Featuring John Kempf
