Las plantas arvenses en los estudios de evolución bajo domesticación
Debido a que este tipo de plantas forman parte de las especies que crecen espontáneamente en los sistemas antropogénicos, necesariamente están expuestas a las prácticas agrícolas de cada agricultor. Las arvenses son seleccionadas por la mano humana, aunque de forma diferente a las plantas domesticadas. En cada localidad o región las usan de manera distinta, y la cantidad de plantas que crecen en la milpa (su densidad poblacional) fluctúa de un año a otro. Además, muchos de los atributos por los que son utilizadas son determinados fuertemente por aspectos culturales y preferencias locales, como pueden ser su sabor, textura, olor y color. Por esto, muchas arvenses que se consumen en un sitio, no son necesariamente del agrado de las personas en otro lugar. Por ejemplo, el pápalo (Porophyllum macrocephalum DC) se come abundantemente en el centro de México, mientras que en el norte es considerado una planta con sabor y olor desagradable. Los factores mencionados anteriormente pueden determinar las características que seleccionan los agricultores de distintas regiones, y son precisamente estas variaciones culturales, ecológicas y geográficas las que hacen de las arvenses un grupo muy interesante para desarrollar estudios de evolución bajo domesticación.
Un ejemplo de los procesos humanos y naturales que determinan la evolución y ecología de las arvenses lo encontramos en una planta conocida como alache o amapola de campo (Anoda cristata), una malvácea de la familia del algodón, que se encuentra prácticamente en todo el continente americano. Se trata de plantas ruderales, es decir, que crecen en sitios perturbados. Sin embargo, en el centro y sur de México se consumen como alimento y generalmente se localizan creciendo como arvenses, junto con poblaciones que se desarrollan asociadas a perturbaciones humanas en la misma área de distribución. Dentro de las poblaciones arvenses, la gente reconoce dos variantes de alache: “macho”, que son plantas con hojas alargadas y gruesas, con pubescencias o vellosidades; y “hembra” cuyas hojas son anchas y delgadas, glabras o sin vellosidades. La gente consume y selecciona preferentemente las hojas de las variantes “hembra”. Las puntas (partes apicales) de la planta, que incluyen hojas, botones y tallos tiernos, se hierven y se cocinan con sal, ajo, calabacitas tiernas y habas; y el guiso es acompañado con chile verde, limón y cebolla.
Los estudios que se han desarrollado para entender la variación morfológica de las plantas “hembra” o glabras y el posible efecto que podría tener la selección humana, muestran diferencias significativas en varios atributos. La comparación entre poblaciones ruderales y arvenses de esta especie muestra que, las últimas, son plantas con poca vellosidad, más suaves, con hojas grandes y de crecimiento más abundante. En términos de los mecanismos de defensa, también se observa que las poblaciones arvenses reciben mayor daño, lo que pareciera estar relacionado con el mayor contenido nutricional.
A pesar de la importancia de las plantas arvenses en las culturas mesoamericanas, al momento hay muy pocos estudios que buscan entender si hay procesos de domesticación, así como el efecto de la selección humana y si hay cambios en los rasgos involucrados.
Referencia: Rendon-Aguilar, B., & Bernal-Ramirez, L. A. (Marzo de 2017). Las plantas arvenses: más que hierbas del campo. Oikos. Instituto de Ecología UNAM, 30-34