Cuando un inoculante bacteriano que se aplica en otoño a los residuos de cultivo, contiene cepas de bacterias con la capacidad de fijar Nitrógeno atmosférico en ausencia de leguminosas, se presenta una situación que no se ha considerado lo suficiente.
Las poblaciones bacterianas tienen un contenido de Nitrógeno extremadamente alto ya que las bacterias necesitan de este elemento para formar sus propias proteínas celulares (son células muy ricas en proteínas). Si recomendamos hacer aplicaciones de bacterias en residuos de cultivos con una relación C/N muy alta, digamos en rastrojo de maíz, que tiene una relación C/N de 20 a 1. Dado que las bacterias necesitan Nitrógeno para descomponerlo, si no lo aplicamos, lo tomarán del aire y lo usarán para compensar esta relación.
El aire que respiramos es 78% Nitrógeno, por lo que no debería existir la necesidad de aplicar más. Estas poblaciones de bacterias tienen la capacidad de secuestrar una gran cantidad de Nitrógeno en un solo período de 6 meses (desde otoño hasta la primavera) y se pueden ver muchos beneficios de esto en el cultivo del siguiente ciclo, hasta el punto en el que podemos reducir sustancialmente las aplicaciones de este elemento el año siguiente. En que cantidad se reducen, por supuesto depende de muchos factores, la sanidad del cultivo, el contenido de materia orgánica en el suelo, la humedad disponible, etc. Lo más importante es que no tenemos que adivinar cuánto Nitrógeno podemos reducir porque podemos medirlo con el análisis de savia.
Hay tres momentos en los que podemos incorporar la biología al suelo para producir los mayores efectos y lograr los mejores beneficios:
- Como tratamiento a las semillas (inoculación), lo cual es económico y muy efectivo; incluso si se trata de cultivos de cobertura.
- En ocasiones, en lugar de un tratamiento a las semillas, podemos aplicar inoculantes microbianos en el surco al momento de la siembra o plantación. Lo óptimo es colocarlos en el surco justo donde se coloca la semilla, o si es posible, justo debajo de ella. El objetivo es que en el momento en que la semilla germine, las raíces entren en contacto con los inoculantes microbianos para que puedan colonizarse totalmente a medida que la planta crece.
- Aplicación de inoculantes microbianos y bioestimulantes en otoño. Esta opción es la que tiene uno de los mayores impactos en cuanto a retorno de inversión (ROI) tanto por su efecto en el rendimiento como en la sanidad del suelo. En este caso no nos referimos específicamente a microrrizas, a menos que se este estableciendo un cultivo de cobertura (idealmente si se tiene suficiente humedad, debería sembrarse un cultivo de cobertura). Los hongos micorricicos necesitan de un sistema de raíces vivo para prosperar y sobrevivir, por lo que, si se tiene un suelo desnudo, solo con rastrojo de maíz, de soya o algo así, no hay beneficio de agregar hongos micorrizas en el otoño.
La aplicación de inoculantes bacterianos y estimulantes de buena calidad en esta época del año es muy valiosa ya que puede descomponer los residuos de cultivos, construir materia orgánica, liberar nutrientes (extraerlos de la matriz mineral del suelo) y ponerlos a disposición de las plantas durante 6 meses o más previo al establecimiento del cultivo. En el caso de maíz, por ejemplo, si la aplicación se realiza a finales de Septiembre u Octubre, después de que el cultivo ha sido cosechado, la población bacteriana continuará liberando nutrientes y haciéndolos disponibles, hasta que el suelo tenga un contenido de humedad tan bajo que no pueda continuar prosperando bien. Prácticamente se tiene desde Octubre hasta Julio, para construir una gran reserva de nutrientes que las plantas puedan absorber durante toda la etapa de llenado de fruto y de llenado de grano que es cuando más los necesitan (hay mayor demanda).
Se logra un efecto sinérgico al integrar el uso de un inóculo microbiano con un bioestimulante microbiano bien diseñado para proporcionar cofactores enzimáticos, enzimas y una fuente de alimento que impulse en forma eficiente el desarrollo de las poblaciones bacterianas en el perfil del suelo
Con la combinación de un bioestimulante de amplio rango y un inoculante bacteriano de múltiples especies podemos desarrollar suelos supresivos de enfermedades como Fusarium, Rhizoctonia, Pythium, Verticillium y Phytophthora. Asimismo, con Azotobacter y otras cepas de bacterias fijadoras, realmente podemos secuestrar Nitrógeno en el otoño y durante los meses de invierno para construir nuestro propio suministro en el sistema del suelo.
Muchos de nuestros suelos se han degradado con la aplicación de herbicidas y pesticidas, y necesitamos reinocularlos y restablecer algo de lo que falta. No es que debamos continuar con las aplicaciones de inoculantes microbianos y micorrizas durante un período prolongado, pero si es necesario hacerlo al menos por un periodo de 2 o 3 años hasta que hayamos establecido una población viable en el perfil del suelo.
Si alguien que esta recomendando un inoculante está sugieriendo que el mismo producto necesita ser suministrado año tras año durante diez años, eso significa que no está funcionando; no se está lográndo establecer una población viable.
Las micorrizas pueden ser una excepción ya que cuando se produce un cultivo como la canola o la mostaza, que no tienen simbiosis micorricica, puede haber un beneficio al reinocular el cultivo.
En general, debemos ser capaces de formar y desarrollar poblaciones viables de comunidades microbianas en el perfil del suelo. Siempre que les proporcionemos una fuente de alimento, es decir, que tengamos plantas sanas enviando azúcares al sistema de raíces para alimentar la biología del suelo, no deberíamos necesitar continuar aplicándolas año tras año.